Zidane en el momento de conectar su famosa volea en el gol de La Novena. |
Estadio de Hampdem Park (52.000 espectadores) -Glasgow, Escocia-
15 de mayo de 2002
Bayer Leverkusen 1 -Lucio- Real Madrid 2 -Raúl y Zidane-
El Real Madrid disputaba su tercera final en seis años, y lo hacia en un estadio mítico para el madridismo, ya que allí se ganó su quinta Copa de Europa consecutiva en la que dicen que ha sido la mejor final de la competición venciendo al Eintracht de Frankfurt por 7-3.
El equipo alemán hizo sudar la gota gorda a los madridistas apesar del tempranero gol de Raúl que volvió a ser el más listo de la clase para aprovechar un saque de banda de Roberto Carlos desde campo propio, ganarle la espalda a Lucio y con un toque suave superar a Butt para poner el 0-1 en el minuto 9 de partido.
Pero como decía, los alemanes no iban a doblar la rodilla así como así, es más, nos iban hacer sudar lo indecible hasta en el descuento. De hecho no habían pasado ni cinco minutos del gol de Raúl cuando una falta lateral botada por Brdaric era rematada por Lucio de cabeza para poner el empate a uno.
El gol de los alemanes supuso un mazazo momentáneo en los madridistas que dejaron la iniciativa a los rojinegro del Leverkusen y los blancos empezaron a sufrir en defensa. Pero un imperial Hierro y un inconmensurable Makelele pararon las ofensivas teutonas.
Portada del Marca al día siguiente de la final. |
Y cuando parecía que al descanso se iba a llegar con el empate a uno, llego la jugada que quedará para la historia. Era el minuto 44 cuando Solari mete un pase en profundidad pegado a la banda para Roberto Carlos que pegó un voleón para arriba que llegó hasta la frontal de área por donde entraba Zizu que colocó la zurda para colocar una volea que pasará a la historia por ser uno de los goles más bellos en una final de la Copa de Europa. El balón se clavaba por la escuadra de la meta defendida por Butt para poner el 1-2 antes del descanso.
La presión de los alemanes bajó en la segunda mitad, y el Madrid intentó dormir el partido. La entrada de Conceiçao y McManaman le dieron otro aire al equipo, y la lesión de César en un salto con Lucio, hizo que Del Bosque tuviese que dar entrada a Íker, el cual sería decisivo en la fase final del encuentro.
Fue ya en los minutos finales cuando a la desesperada los del Leverkusen se volcaron sobre el área madridista con la intención de al menos forzar la prorroga. Ahí es donde la figura de Íker se hizo enorme y en menos de diez minutos las sacó de todos los colores, ya que los alemanes comenzaron a colgar balones al área y lo remataban casi todo. Con el pie, con el cuerpo, con las manos, Íker desbarataba todos los intentos de los teutones por batirle.
Cuando Meier pitó el final del partido, Íker rompió en lagrimas y ya era todo un hombre, y un francés de apellido Zidane, había entrado en el olimpo del madridismo. Sin olvidar que la primera piedra de aquella final la había puesto un tal Raúl.
Bayer Leverkusen: Butt; Sebescen, Zivkovic, Lucio, Placente; Scheneider, Ballack, Ramelow; Bastürk, Neuville y Brdaric. Sustituciones: Min.38, Bervatov por Brdaric; Min.65, Kirsten por Sebescen, y en el 90, Babic por Lucio.
Real Madrid: César; Michel Salgado, Hierro, Helguera, Roberto Carlos; Figo, Makelele, Solari, Zidane; Raúl y Morientes. Sustituciones: Min.60, McManaman por Figo; Min,64, Íker por César, y en el 72, Concençia por Makelele.
Antonio Armero Rodríguez