El Club

PARTIDOS MEMORABLES (ESPECIAL) / 7ª COPA DE EUROPA DE BALONCESTO



Como la mayoría de los socios de la Peña La Gran Familia, sabréis que mañana celebramos la Comida de Fin de Temporada, en la que homenajearemos a los héroes que consiguieron vencer al Maccabi en la final de la Copa de Europa de baloncesto disputada en Berlín el 27 de marzo de 1980. Para homenajearles también desde nuestro blog, os dejo la crónica que se publico en el periódico El País al día siguiente de la final. También os dejo un video extraído de Google con los primeros momentos del encuentro.

REAL MADRID – MACCABI (89-85)

Séptimo título europeo de baloncesto para el Real Madrid
Su victoria sólo peligró con las expulsiones de Meister y Corbalán

El Real Madrid consiguió su séptimo título europeo en medio de lloros, abrazos y una enorme tensión y una gran alegría que coincidieron con el claxon electrónico que sonó al término de los cuarenta minutos de esta final europea que disputó al Maccabi. El equipo español alcanzó el título con todo merecimiento, ya que fue superior a su rival, que no estuvo ni mucho menos a su habitual altura. El día bueno lo tuvo el conjunto de Lolo Sainz y ni un solo reparo se puede poner a su triunfo. Nada más comenzar el encuentro se pudo observar que tal y como se esperaba aquello era una lucha de estrategias, debido, claro está, a que ambos equipos se conocen muy bien y se temen mutuamente. Lolo Sainz se «inventó» un continuo cambio de defensa, que era de zonas o individual, según el sistema de ataque que marcara Juan Antonio Corbalán. Esto desconcertó al Maccabi, que inexplicablemente tardó mucho tiempo en darse cuenta de ello. Lógicamente, para un finalista europeo esto no debe ser motivo de llegar a naufragar como lo hizo el Maccabi en varias fases del primer tiempo. Cuando la defensa era individual, Rullán se encargaba de Williams y Meister de Perry. Walter seguía a Silver, Corbalán a Aroesti y Brabender a Berkowitz.
Por su parte, el Maccabi, que empezó en defensa individual, sacrificó a Aroesti para que defendiera a Brabender, y fue Berkowitz, quien hacía lo propio con Corbalán. Klein se dio cuenta en seguida de que esto no le daba resultado, y no tardó en cambiar a zonas, aunque luego, a lo largo del partido, y en atención a las faltas que tenían sus jugadores, cambió varias veces de defensa. Ni qué decir tiene que a la hora de atacar sólo Williams logró romper de verdad la defensa blanca y se convirtió en dueño y señor bajo los aros, donde estuvo hecho un coloso. Perry tardó en entonarse, y tan sólo hizo seis puntos en la primera mitad. Berkowitz es todo un dato, tratándose de este gran jugador tan sólo hizo una canasta en juego en los primeros veinte minutos. Por si fuera poco, Aroesti no era el hombre inteligente y eficaz de otras ocasiones, y Silver, el gran peligro del Maccabi, no «estuvo» en la cancha en los cuarenta minutos y no hizo un solo punto.

Con esta perspectiva, el Maccabi no podía ganar un partido, y menos el de ayer, porque enfrente estaba un equipo que disputaba su duodécima final continental.

El Madrid cuajó un gran primer tiempo bajo la sabia batuta de Corbalán, muy ordenado en ataque, aprovechando al máximo a sus pivots y contraatacando en cuanto tenía ocasión. Es cierto que en el segundo tiempo bajó mucho su rendimiento e incluso su calidad de juego, lo que le llevó a pasar apuros, y si no se le convirtió este bache en tragedia hay que significar que fue por los continuos fallos y graves errores que tuvo el Maccabi. No obstante, en una racha de aciertos, y coincidiendo con la salida, por faltas, de Corbalán, se pasó de un 77-63 (minuto 31) a un 83-80 cuando faltaban cuatro minutos y cincuenta segundos para terminar. Para entonces, el partido se había cobijado en la emoción que lleva consigo una final, pero la calidad de juego era muy escasa por ambas partes. Con esta tónica se llegó a un final que afortunadamente para los blancos no fue tan dramático como llegó a preverse.

El Madrid de las grandes ocasiones

Hay que señalar que pese a los baches que tuvo, el Madrid volvió a ser el de las grandes ocasiones, ese equipo que sabe jugar en campeón porque afronta con decisión y valentía los choques decisivos cuando un título está en juego. Ayer, pese a que salió como víctima, no hizo ninguna concesión a su rival, en cuanto a lucha se refiere, y de ahí que fuera un gran triunfador. Como ocurrió en el partido del Palau Blau Grana de la Liga, Lolo Sainz volvió a acertar en el planteamiento, que en ningún momento se vio obligado a cambiar. Tan sólo pequeños matices, a veces obligados, porque sus jugadores estaban cargados de faltas. El técnico madridista le ganó la baza a Klein y demostró que se traía el partido muy estudiado y la lección -de sus últimos resultados con el Maccabi- bien aprendida.

Poco, por no decir nada, puede hacer un Maccabi en el que Berkowitz, hombre decisivo siempre, hizo sólo doce puntos, seis de ellos de tiros libres. Silver no anotó y esto se acusó más en un equipo que, por ejemplo, los aparentemente raquíticos catorce puntos de Brabender. Perry, Williams y Boatwrigh, al que tuvo que recurrir Kelin en vista del desastre, son grandes jugadores, pero no suficiente para ganar una final europea a un rival de la categoría del Real Madrid.

– Este articulo fue publicado en el diario EL País, el 28 de marzo de 1980 –

29 de mayo de 2010
Antonio Armero Rodríguez

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